martes, 3 de diciembre de 2013

Sin hijos… por ahora

Por: Alexandra López Cruz
 
Para mi sorpresa, me casé y no exploté. Sigo siendo yo, pero una versión mejorada, con ciertos súper-poderes que antes solo veía en mi madre. Eso sí, mi única pena es que la sortija en mi mano parece emitir unas ondas magnéticas que aturden a la gente a mi alrededor. Desde mi boda, familiares y amigos están obsesionados con saber cuándo tendremos nuestro primer hijo. Esto, como si tuviéramos el deseo o la obligación de tener, no solo uno, sino MUCHOS. Luego, ven mi cara de espanto y el gesto de infarto pre-cardiaco de mi esposo y nos miran como si fuéramos dos extraterrestres ingratos que no comprenden que el propósito de un matrimonio y la vida es tener hijos. También están las insinuaciones de que me está llegando la hora pico. Que si no es ahora, no es nunca. Y el tan famoso, “no esperen tanto…”.
 
Definitivamente, si no he tenido hijos, no es por falta de presión. Ahora, siempre he sido un poco rebelde. Nunca he deseado tener hijos y, muy a mi fortuna, mi esposo tampoco. Quizás la constante amenaza de mi madre de que “¡cuando tengas hijos, me comprenderás!”, dio fuerza a ese pensar. Disfruto de noches tranquilas y viajes sin ataduras. Por eso, soy feliz. Sin embargo, el sentimiento (o el miedo) de que algún día podría tener un bebé está presente todos los días. Y cuando no, la gente a mi alrededor insiste en recordármelo. Seguramente tienen una apuesta en mi contra, ¡malditos! J
 
A veces, me pregunto: “¿Qué tan malo puede ser si quedo embarazada?”. Después, sacudo la cabeza y digo “Ale, ¡no te dejes llevar!”. Me asustan los cambios físicos y hormonales. Le temo a las náuseas, a los vómitos diarios y a perder mi figura (que aún no está como la quiero, pero seguramente se ve mejor ahora que lo que se vería con treinta libras de más). Le temo a los errores médicos, a no tomar la mejor decisión en un momento crítico e, incluso, a quedar postrada en una cama por varias semanas. Le temo al dolor de parto, al desgarre de “mis partecitas” y a la depresión. Le temo a los gastos excesivos en pañales, fórmulas, ropa, comida, escuela, universidad, caprichos, rebeldías, bodas, nietos prematuros...etc., etc., etc. ¿Y si lo pierdo o viene con defectos? ¿Y si sale loco como yo? ¿Y si mi matrimonio no sobrevive la presión? ¿Y si, simplemente, no nací para ser madre?
 
En fin, le huyo al embarazo como a una enfermedad. Quizás, si me informo un poco me daría cuenta de que, al igual que el matrimonio, tener hijos no es mortal. El problema es que ni siquiera leo sobre el tema por temor a contagiarme. ¿Habrán otras “extraterrestres” rebeldes como yo? Posiblemente…