lunes, 10 de marzo de 2014

Conociendo mejor tu ciclo menstrual

Conoces los cambios hormonales que el ciclo menstrual provoca dentro de tu cuerpo y el  efecto que esos cambios tienen en nuestra personalidad y en nuestras emociones?
 
Esta presentación explica las cuatro fases del ciclo menstrual, los cambios hormonales más importantes y sus efectos en la personalidad, comportamiento y emociones de la mujer. De esta manera, lograrás entenderte mejor y verás que tienes distintas mujeres dentro de ti.

Esperamos que la disfrutes!

   http://www.scribd.com/doc/211696368/Tu-Ciclo-Menstrual-Parir-Con-Poder-Marzo-2014"  style="text-decoration: underline;" >Tu Ciclo Menstrual-Parir Con Poder-Marzo 2014

Parir con Poder en colaboración con Tinta.

viernes, 7 de febrero de 2014

Clases de Chi Kung para embarazadas

¿Estás embarazada y quieres conectarte con la vida que crece en tu vientre?
¿Quieres fortalecer tu vitalidad, disminuir dolores de espalda, fatiga y ansiedad?
 
Parir con Poder te invita a unirte a esta clase de Chi Kung impartida por David Amador
los martes y jueves de 6:30-7:30pm en el Parque Josefa Fontán (Hato Rey).
 
Para separar tu espacio y/o mayor información comunícate al 787-643-7067 o escriba a shanhuxue@gmail.com.
 

martes, 3 de diciembre de 2013

Sin hijos… por ahora

Por: Alexandra López Cruz
 
Para mi sorpresa, me casé y no exploté. Sigo siendo yo, pero una versión mejorada, con ciertos súper-poderes que antes solo veía en mi madre. Eso sí, mi única pena es que la sortija en mi mano parece emitir unas ondas magnéticas que aturden a la gente a mi alrededor. Desde mi boda, familiares y amigos están obsesionados con saber cuándo tendremos nuestro primer hijo. Esto, como si tuviéramos el deseo o la obligación de tener, no solo uno, sino MUCHOS. Luego, ven mi cara de espanto y el gesto de infarto pre-cardiaco de mi esposo y nos miran como si fuéramos dos extraterrestres ingratos que no comprenden que el propósito de un matrimonio y la vida es tener hijos. También están las insinuaciones de que me está llegando la hora pico. Que si no es ahora, no es nunca. Y el tan famoso, “no esperen tanto…”.
 
Definitivamente, si no he tenido hijos, no es por falta de presión. Ahora, siempre he sido un poco rebelde. Nunca he deseado tener hijos y, muy a mi fortuna, mi esposo tampoco. Quizás la constante amenaza de mi madre de que “¡cuando tengas hijos, me comprenderás!”, dio fuerza a ese pensar. Disfruto de noches tranquilas y viajes sin ataduras. Por eso, soy feliz. Sin embargo, el sentimiento (o el miedo) de que algún día podría tener un bebé está presente todos los días. Y cuando no, la gente a mi alrededor insiste en recordármelo. Seguramente tienen una apuesta en mi contra, ¡malditos! J
 
A veces, me pregunto: “¿Qué tan malo puede ser si quedo embarazada?”. Después, sacudo la cabeza y digo “Ale, ¡no te dejes llevar!”. Me asustan los cambios físicos y hormonales. Le temo a las náuseas, a los vómitos diarios y a perder mi figura (que aún no está como la quiero, pero seguramente se ve mejor ahora que lo que se vería con treinta libras de más). Le temo a los errores médicos, a no tomar la mejor decisión en un momento crítico e, incluso, a quedar postrada en una cama por varias semanas. Le temo al dolor de parto, al desgarre de “mis partecitas” y a la depresión. Le temo a los gastos excesivos en pañales, fórmulas, ropa, comida, escuela, universidad, caprichos, rebeldías, bodas, nietos prematuros...etc., etc., etc. ¿Y si lo pierdo o viene con defectos? ¿Y si sale loco como yo? ¿Y si mi matrimonio no sobrevive la presión? ¿Y si, simplemente, no nací para ser madre?
 
En fin, le huyo al embarazo como a una enfermedad. Quizás, si me informo un poco me daría cuenta de que, al igual que el matrimonio, tener hijos no es mortal. El problema es que ni siquiera leo sobre el tema por temor a contagiarme. ¿Habrán otras “extraterrestres” rebeldes como yo? Posiblemente…

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Has tenido cesárea(s) y estás embarazada nuevamente?

Antes de programar otra cesárea, infórmate sobre los VBACs ("Vaginal Birth After Cesarean") o partos vaginales después de cesárea. Incluyo la Política Oficial (aprobada en febrero de 2007) por PROMANI (Fundación Puertorriqueña para la Protección de la Maternidad y la Niñez) sobre este tipo de parto.

martes, 1 de octubre de 2013

La llegada de mi Baltasar a este mundo

Valentina y Baltasar
Foto tomada por Jaime (Septiembre 2013)
 
Por: Valentina Moreno Duque

Mi último control médico fue el 4 de septiembre (39 + 2 semanas). Mi doctor me dijo que el cuello del útero ya estaba casi borrado por completo, pero que aún faltaba que se afinara y que la cabecita de mi guagua bajara....que él creía que nacería la semana siguiente (durante la semana 40), y que, de lo contrario, consideraría la inducción. De todas maneras me tranquilizó explicándome que en mamás primerizas los partos suelen retrasarse (más allá de la semana 40), al contrario de lo que mucha gente piensa. Finalmente me mandó a hacerme un monitoreo con la matrona para el viernes 6. Yo no quería que me indujeran el parto, porque sabía que las contracciones provocadas con oxitocina artificial eran tanto más fuertes y dolorosas que las provocadas por la oxitocina natural, y también había leído que aproximadamente el 60% de las inducciones terminan en cesárea, por lo que si podía evitar una inducción, lo haría. El monitoreo con la matrona mostraba hartas contracciones (nunca las sentí, sólo unos 10 días antes, que había tenido un episodio de contracciones), y también ella me hizo un tacto (que me dolió bastante), concluyendo (y apostando) que mi guagua nacería ese fin de semana. El sábado 7 fuimos a caminar con mi marido, pese a que me costaba cada vez más, pero, con 39 + 5 semanas de embarazo, ya empezaba a ponerme cada vez más ansiosa porque el parto llegara ya. A esas alturas tenía la sensación de que nunca llegaría el día. La presión social, como siempre nos comentaba Mariela, influye mucho en esa ansiedad (todo el mundo te llama....familiares, amigos...y te pregunta si ha habido "alguna novedad"....uno termina hasta medio mal genio con esas llamadas...como si no les fuéramos a avisar cuando llegara el momento. En fin). Mi intención, y tal como nos recomendaba Mariela (mi maestra de yoga), era seguir yendo a las clases de yoga hasta las últimas. Así, mi idea era ir a la clase del lunes 9 de septiembre, cuando cumplíría 40 semanas de embarazo, pensando que ésa sería mi última clase....nunca me gustó perderme las clases, se volvieron casi adictivas para mí.

Desperté el domingo 8 de septiembre a las 7 de la mañana con contracciones. Esta vez eran dolorosas, o más dolorosas que las que había tenido unos 10 días antes, por lo que supe que podría tratarse de las contracciones de parto. Esperé un rato, para evaluar su intensidad, hasta que, media hora después, decidí despertar a mi marido para que empezáramos a contarlas. Me fui al living de mi casa y me senté arriba de la pelota (me compré una pelota de pilates especialmente para ese momento) y comencé a hacer los ejercicios que aprendimos en las charlas de Loreto (también matrona de la Santa María, que imparte unas charlas super útiles e interesantes sobre parto natural). Le pedí a mi marido que hiciera el desayuno porque iba a necesitar estar alimentada si llegaba el momento del parto. El pobre estaba entre la cocina y el living, tostando el pan, haciendo jugo de naranjas y corriendo al living a anotar el tiempo de las contracciones cada vez que yo lo llamaba avisándole. Al cabo de dos horas las contracciones se habían vuelto más intensas y desde que empezamos a contarlas fueron regulares (2 a 6 minutos entre contracción y contracción), así que decidí darme un baño de tina, porque el dolor ya empezaba a controlar mi mente, y me estaba costando ya concentrarme en la respiración y en no apretar la quijada. Recuerdo que mi marido me llenó la tina con agua hirviendo!!!....casi lo mato!!...pobre. Creo que no pasaron ni 10 minutos y le pedí a mi marido que llamara a la matrona, quien pidió hablar conmigo....tuve que esperar que pasara una contracción, porque durante éstas no era capaz ya de hablar. Me preguntó si yo consideraba que ya era momento de irnos o si esperaríamos un poco más. Yo a ella ya le había manifestado mi intención de hacer la mayor parte del trabajo de parto en mi casa, para llegar a la clínica lista para parir. Le dije que esperaría un rato a ver si aguantaba más así. Pero colgué y me arrepentí. Me salí de la tina como pude y me vestí con lo primero que encontré (un pijama, fácil de poner y de sacar). Llamamos a la matrona y partimos. Creo que nos demoramos unos 10 minutos en llegar a la clínica (Alemana). Era domingo en la mañana....cero taco! A esas alturas ya el dolor empezaba a invadir mi mente, pero no dejaba de recordar los ejercicios de respiración y de cerrar los ojos dirigiendo la mirada hacia el punto del entrecejo....me concentraba en no apretar la mandíbula. Al llegar a la clínica, nuestra matrona me hizo un tacto.....había llegado con 6 cm de dilatación!! Ni yo lo podía creer....siempre quise realizar la mayor parte del trabajo de parto en la casa para llegar al final a la clínica, y creo que lo logré. Me llevaron al tiro a la sala integral de parto. El dolor era tan fuerte que accedí rápido a la anestesia que me ofrecieron. Hablé con el anestesiólogo (de turno) al que le pedí expresamente una dosis pequeña de anestesia, la necesaria como para bajar un poco la intensidad de esos dolores que a ratos no me dejaban pensar bien, pero que a la vez me permitiera sentir las contracciones y la sensación de pujo, y así lo hizo. Seguí sintiendo las contracciones, me dolían, pero ya no era un dolor insostenible.
 
Cuando llegó mi doctor y me hizo un tacto (otro más!), me dijo que iba a tener que hacer una maniobra porque mi guagua estaba de cara (con la carita mirando hacia arriba). Había llegado ya a 9 cm de dilatación, pero por la posición en la que se encontraba mi bebé no podía seguir bajando, y de hecho me estanqué un rato en 9. La idea era darle vuelta la cabeza hacia abajo con sus dedos. No fue fácil, al pobre se le terminó acalambrando la mano y todo. Lo intentaba una y otra vez, pero mi guagua, medio porfiada, se devolvía a su posición original. El doctor me advirtió que si no resultaba una vez más, me tendrían que llevar a cesárea. No era lo que yo quería, pero si no lo lográbamos, yo lo aceptaba de todos modos, no quería que mi guagua pasara por un sufrimiento fetal innecesario. En el último intento, mi matrona me pidió que pujara para ayudar al doctor a alcanzar su cabecita. Finalmente lo logramos y se quedó mirando para abajo. Entonces llegué a 10 cm de dilatación y empezó el trabajo expulsivo. Recuerdo tener a mi matrona por el lado izquierdo y a mi marido por el derecho, ambos ayudándome con el pujo. Creo haber pujado unas 4 veces más, junto con las contracciones, hasta que nació mi bello Baltasar a las 13:59!!!! Me lo pusieron inmediatamente sobre mi pecho y no pude (tampoco quise) evitar la emoción de verlo al fin!!! Soltó su primer llanto e inmediatamente me miró y se tranquilizó.....lo miré y lo miré y traía todo consigo.....venía perfecto!! Se hizo pipí encima mío. Al cabo de unos 15 minutos me lo sacaron para pesarlo y medirlo (3,680 kg y 53 cm)....todo en la misma sala. Luego vino el alumbramiento (la expulsión de la placenta) y finalmente me suturaron (me hicieron una episiotomía) y eso demoró. Al cabo de como una hora me regresaron a mi niño, ya vestido, y me lo pusieron en la pechuga....empezó a mamar al tiro!!!, aunque me tuvieron que enseñar, pero este chiquitín aprendió rápido.

Antes, durante y después del parto siempre tuve en mente lo aprendido en las clases de yoga y en las charlas de Loreto. Para mí todo fue perfecto, todo fluyó. La anestesia fue necesaria para mí, y no me arrepiento de haberla pedido....después del parto me sentí absolutamente dueña de la situación....."empoderada". Si pude hacer esto, puedo hacer cualquier cosa!!!! La lactancia fluyó, y la presencia de mi guagua en la casa (la parte más difícil....tal como nos decía Mariela), ha fluido perfectamente.....También debo decir que me ha impactado la paciencia que he tenido...no solo para sobrellevar la falta de sueño, el llanto de mi hijo, sino también para sobrellevar la molestia de los puntos de la episiotomía. Insisto en lo importante que fueron las clases para mí!!!


martes, 9 de abril de 2013

Con intensidad y belleza: el parto que yo recuerdo

Lara durante el trabajo de parto
Foto tomada por David (agosto 2009)

Dedicado a Rosi, la mamita chula mayor

Por: Lara I. López de Jesús

Mi esposo, David, mi hermana menor, Yoana, y mi amiga, Marianne, fotografiaron y grabaron con amor, nerviosismo y quizás con demasiada cercanía algunas de las escenas más intensas de mi parto en casa. David, después de varios meses del nacimiento de Darío, se encargó de convertirlas en un hermoso vídeo que documenta la manera en que nuestro hijo se abrió (dentro, por, sobre y en mí) su propio camino al mundo. He visto varias veces el vídeo, no puedo negar que me fascina y sorprende a la vez, pero, curiosamente, las imágenes y los recuerdos que yo guardo no corresponden del todo a los que allí se encuentran grabados. Es una versión muy real de nuestro parto, claro que sí. Pero el parto que yo recuerdo, el mío, es otra cosa. No tengo palabras para explicar la intensidad y belleza de ese momento. Lo que sigue a continuación es solo un intento por verbalizar y describir la experiencia.

El otro, llamémosle el parto grabado, muestra detalles, objetos y gestos que yo no percibí ni supe que existieron. Allí se observan potes de agua, sábanas, agua oxigenada y otros materiales que yo no recuerdo haberlos visto. Tampoco recuerdo haber estado tan gorda ni despeinada ni tan desnuda, moviéndome de un lado a otro por toda la casa. Realmente me sentía mucho más bonita y en control de todo. El parto grabado, además, revela dolor en mi cara. Y no lo niego, me dolió, pero yo no recuerdo dolor. Durante mi parto yo sentía, no veía ni pensaba. Como en ningún otro momento de mi vida, los recuerdos –más que por imágenes visuales– están colmados y marcados por sensaciones intensas, olores, sonidos y el calor de las manos cariñosas de los seres queridos que me acompañaron.

Rompí un poco de fuente sin haber sentido contracciones a las 6:30pm del sábado, 15 de agosto de 2009. Rápidamente llamamos a la partera, quien nos dijo que nos mantuviéramos tranquilos, que ella pasaría más tarde por la casa a revisarme. A las 10pm estaba con nosotros. Me preguntó si quería que se quedara a dormir, yo asentí con alegría. Las contracciones iban y venían todavía de manera irregular. Las recibí con agua, así como lo había visualizado racionalmente durante el embarazo. Al principio se me hizo fácil acogerlas, respirarlas. Las podía ver azules, las sentía como olas. Poco a poco se hicieron más fuertes, mucho más intensas, pero manejables, gracias, sobre todo, al apoyo de David, quien me acarició, consintió y sostuvo (literalmente) durante todo el proceso. Recuerdo dolor pero más recuerdo la intensidad exagerada de cada contracción en mi cuerpo, y que cada vez eran más frecuentes. Recuerdo también el intervalo de calma entre cada contracción. Un mundo de sueño entre una y otra ola.

Recuerdo mi parto como un largo abrazo con mi esposo, para mí fue una danza amorosa. “Yo amo a este hombre”, fue uno de los pocos pensamientos que tuve. Nueve meses pensando en Darío, tocándome la barriga, sintiéndolo, hablándole, bailándole, llevándolo al mar y no recuerdo haber pensado en él ni un momentito durante todo el proceso. Recuerdo la compañía de nuestra perra, Gaia, su carita mirándome y haberla tocado muchas veces. Recuerdo también las manos calientitas de la partera en mi espalda, masajeándome. Recuerdo su dulce voz pidiéndome permiso para tocarme y revisar los latidos del bebé. Recuerdo, sobre todo, sentirme tranquila al ella decirme que todo iba bien. Todavía me da hambre recordar el olor de la comida preparada por Marianne. Recuerdo la tenue luz de la mañana.

De ahí en adelante recuerdo que llegó mi hermana Yoana, recuerdo también que me quise meter en el baño, que me moví a mi cama y que empezaron las horribles sensaciones de pujo. Espantosas porque recuerdo sequedad, porque sentí que las imágenes de agua se esfumaban, porque ya quería que terminara, que el niño saliera. Me sentí cansada. Recuerdo que dijeron que la cabeza estaba fuera. Recuerdo que escuché esa frase varias veces por mucho tiempo. De repente sentí la voz de la partera que le dijo a Sonia, su asistente, que cogiera el tiempo. Finalmente, recuerdo que salió mi gordo. Recuerdo haberlo reconocido por la manera en que se sentían sus coditos y hombros. Al sentir esas partes de su cuerpecito pensé: “A este bebé yo lo conozco”. Pero de mi boca solo salieron estas palabras: “Bebé yo te amo, bebé yo te amo”. Recuerdo que Sonia nos asistió en la lactancia. Recuerdo la clase hermosa que la partera nos dio sobre la placenta y cómo me comí parte de ella. Recuerdo que seguía perdiendo sangre, que llegaron mis padres, mi hermana Rosaura y mi hermano Fernando. Después recuerdo que llegó el médico y me cosió. Después de eso, a pesar de estar estrasijada y cansada, me sentí con mucha energía y felicidad.

Los días siguientes fueron muy bonitos. Toda mi casa olía a parto, mi orín olía a Darío, Darío olía a mi orín, y eso duró varios meses. Recuerdo sentirme enamorada de mi esposo, recuerdo llorar de alegría. Recuerdo estar muy agradecida y tranquila. Tranquila porque estaba en mi casa con la gente que nos quiere. Agradecida porque mi bebé y yo estuvimos todo el tiempo en salud. Alegre porque nadie me tocó sin yo querer, porque a mi esposo no lo separaron de nosotros en ningún momento, porque no hacía frío, porque grité, me desnudé, cagué, moví y comí lo que quise, porque no me dieron medicamentos ni fui sometida a intervenciones innecesarias, porque Darío nació como él quiso, con respeto, porque su cuerpo encontró su camino dentro del mío, y porque yo estuve ahí para él en un momento en el que uno no sabe nada pero lo sabe todo.

Pienso que tal vez el parto es el momento de mayor contacto físico que una madre tendrá con sus crías. Es un instante de cercanía corporal extrema que no se volverá a repetir entre dos seres. Mi parto activo fue de seis horas, el grabado dura solo 30 minutos, pero ambos me hacen pensar que nacer es un proceso en el que dos seres luchan por la vida de manera distinta, sin mediación racional, pero en comunión absoluta, con intensidad y belleza.