martes, 1 de octubre de 2013

La llegada de mi Baltasar a este mundo

Valentina y Baltasar
Foto tomada por Jaime (Septiembre 2013)
 
Por: Valentina Moreno Duque

Mi último control médico fue el 4 de septiembre (39 + 2 semanas). Mi doctor me dijo que el cuello del útero ya estaba casi borrado por completo, pero que aún faltaba que se afinara y que la cabecita de mi guagua bajara....que él creía que nacería la semana siguiente (durante la semana 40), y que, de lo contrario, consideraría la inducción. De todas maneras me tranquilizó explicándome que en mamás primerizas los partos suelen retrasarse (más allá de la semana 40), al contrario de lo que mucha gente piensa. Finalmente me mandó a hacerme un monitoreo con la matrona para el viernes 6. Yo no quería que me indujeran el parto, porque sabía que las contracciones provocadas con oxitocina artificial eran tanto más fuertes y dolorosas que las provocadas por la oxitocina natural, y también había leído que aproximadamente el 60% de las inducciones terminan en cesárea, por lo que si podía evitar una inducción, lo haría. El monitoreo con la matrona mostraba hartas contracciones (nunca las sentí, sólo unos 10 días antes, que había tenido un episodio de contracciones), y también ella me hizo un tacto (que me dolió bastante), concluyendo (y apostando) que mi guagua nacería ese fin de semana. El sábado 7 fuimos a caminar con mi marido, pese a que me costaba cada vez más, pero, con 39 + 5 semanas de embarazo, ya empezaba a ponerme cada vez más ansiosa porque el parto llegara ya. A esas alturas tenía la sensación de que nunca llegaría el día. La presión social, como siempre nos comentaba Mariela, influye mucho en esa ansiedad (todo el mundo te llama....familiares, amigos...y te pregunta si ha habido "alguna novedad"....uno termina hasta medio mal genio con esas llamadas...como si no les fuéramos a avisar cuando llegara el momento. En fin). Mi intención, y tal como nos recomendaba Mariela (mi maestra de yoga), era seguir yendo a las clases de yoga hasta las últimas. Así, mi idea era ir a la clase del lunes 9 de septiembre, cuando cumplíría 40 semanas de embarazo, pensando que ésa sería mi última clase....nunca me gustó perderme las clases, se volvieron casi adictivas para mí.

Desperté el domingo 8 de septiembre a las 7 de la mañana con contracciones. Esta vez eran dolorosas, o más dolorosas que las que había tenido unos 10 días antes, por lo que supe que podría tratarse de las contracciones de parto. Esperé un rato, para evaluar su intensidad, hasta que, media hora después, decidí despertar a mi marido para que empezáramos a contarlas. Me fui al living de mi casa y me senté arriba de la pelota (me compré una pelota de pilates especialmente para ese momento) y comencé a hacer los ejercicios que aprendimos en las charlas de Loreto (también matrona de la Santa María, que imparte unas charlas super útiles e interesantes sobre parto natural). Le pedí a mi marido que hiciera el desayuno porque iba a necesitar estar alimentada si llegaba el momento del parto. El pobre estaba entre la cocina y el living, tostando el pan, haciendo jugo de naranjas y corriendo al living a anotar el tiempo de las contracciones cada vez que yo lo llamaba avisándole. Al cabo de dos horas las contracciones se habían vuelto más intensas y desde que empezamos a contarlas fueron regulares (2 a 6 minutos entre contracción y contracción), así que decidí darme un baño de tina, porque el dolor ya empezaba a controlar mi mente, y me estaba costando ya concentrarme en la respiración y en no apretar la quijada. Recuerdo que mi marido me llenó la tina con agua hirviendo!!!....casi lo mato!!...pobre. Creo que no pasaron ni 10 minutos y le pedí a mi marido que llamara a la matrona, quien pidió hablar conmigo....tuve que esperar que pasara una contracción, porque durante éstas no era capaz ya de hablar. Me preguntó si yo consideraba que ya era momento de irnos o si esperaríamos un poco más. Yo a ella ya le había manifestado mi intención de hacer la mayor parte del trabajo de parto en mi casa, para llegar a la clínica lista para parir. Le dije que esperaría un rato a ver si aguantaba más así. Pero colgué y me arrepentí. Me salí de la tina como pude y me vestí con lo primero que encontré (un pijama, fácil de poner y de sacar). Llamamos a la matrona y partimos. Creo que nos demoramos unos 10 minutos en llegar a la clínica (Alemana). Era domingo en la mañana....cero taco! A esas alturas ya el dolor empezaba a invadir mi mente, pero no dejaba de recordar los ejercicios de respiración y de cerrar los ojos dirigiendo la mirada hacia el punto del entrecejo....me concentraba en no apretar la mandíbula. Al llegar a la clínica, nuestra matrona me hizo un tacto.....había llegado con 6 cm de dilatación!! Ni yo lo podía creer....siempre quise realizar la mayor parte del trabajo de parto en la casa para llegar al final a la clínica, y creo que lo logré. Me llevaron al tiro a la sala integral de parto. El dolor era tan fuerte que accedí rápido a la anestesia que me ofrecieron. Hablé con el anestesiólogo (de turno) al que le pedí expresamente una dosis pequeña de anestesia, la necesaria como para bajar un poco la intensidad de esos dolores que a ratos no me dejaban pensar bien, pero que a la vez me permitiera sentir las contracciones y la sensación de pujo, y así lo hizo. Seguí sintiendo las contracciones, me dolían, pero ya no era un dolor insostenible.
 
Cuando llegó mi doctor y me hizo un tacto (otro más!), me dijo que iba a tener que hacer una maniobra porque mi guagua estaba de cara (con la carita mirando hacia arriba). Había llegado ya a 9 cm de dilatación, pero por la posición en la que se encontraba mi bebé no podía seguir bajando, y de hecho me estanqué un rato en 9. La idea era darle vuelta la cabeza hacia abajo con sus dedos. No fue fácil, al pobre se le terminó acalambrando la mano y todo. Lo intentaba una y otra vez, pero mi guagua, medio porfiada, se devolvía a su posición original. El doctor me advirtió que si no resultaba una vez más, me tendrían que llevar a cesárea. No era lo que yo quería, pero si no lo lográbamos, yo lo aceptaba de todos modos, no quería que mi guagua pasara por un sufrimiento fetal innecesario. En el último intento, mi matrona me pidió que pujara para ayudar al doctor a alcanzar su cabecita. Finalmente lo logramos y se quedó mirando para abajo. Entonces llegué a 10 cm de dilatación y empezó el trabajo expulsivo. Recuerdo tener a mi matrona por el lado izquierdo y a mi marido por el derecho, ambos ayudándome con el pujo. Creo haber pujado unas 4 veces más, junto con las contracciones, hasta que nació mi bello Baltasar a las 13:59!!!! Me lo pusieron inmediatamente sobre mi pecho y no pude (tampoco quise) evitar la emoción de verlo al fin!!! Soltó su primer llanto e inmediatamente me miró y se tranquilizó.....lo miré y lo miré y traía todo consigo.....venía perfecto!! Se hizo pipí encima mío. Al cabo de unos 15 minutos me lo sacaron para pesarlo y medirlo (3,680 kg y 53 cm)....todo en la misma sala. Luego vino el alumbramiento (la expulsión de la placenta) y finalmente me suturaron (me hicieron una episiotomía) y eso demoró. Al cabo de como una hora me regresaron a mi niño, ya vestido, y me lo pusieron en la pechuga....empezó a mamar al tiro!!!, aunque me tuvieron que enseñar, pero este chiquitín aprendió rápido.

Antes, durante y después del parto siempre tuve en mente lo aprendido en las clases de yoga y en las charlas de Loreto. Para mí todo fue perfecto, todo fluyó. La anestesia fue necesaria para mí, y no me arrepiento de haberla pedido....después del parto me sentí absolutamente dueña de la situación....."empoderada". Si pude hacer esto, puedo hacer cualquier cosa!!!! La lactancia fluyó, y la presencia de mi guagua en la casa (la parte más difícil....tal como nos decía Mariela), ha fluido perfectamente.....También debo decir que me ha impactado la paciencia que he tenido...no solo para sobrellevar la falta de sueño, el llanto de mi hijo, sino también para sobrellevar la molestia de los puntos de la episiotomía. Insisto en lo importante que fueron las clases para mí!!!


No hay comentarios:

Publicar un comentario